miércoles, 4 de julio de 2012

Mi Segunda Biblioteca

Cuando ya estaba en tercero de secundaria era un asiduo visitante de la biblioteca de mi colegio. Había encontrado pocos libros de Emilio Salgari, uno de mis autores favoritos, pero allí me hice "amigo" de Julio Verne
quien me entretuvo horas de horas con viajes ya sea a la luna, al centro de la tierra o al fondo del océano entre otras aventuras que me tuvieron recorriendo el universo mientras estaba echado en el sillón de la sala, en mi cama o mientras almorzaba o cenaba.

Poco tiempo después conocí una colección llamada "Los Pequeños Investigadores" de Alfred Hitchcock. Algunos de mis mejores amigos, antiguos visitantes de la biblioteca del colegio pugnaban por conseguirlos y leerlos ya que era una especie de serie ordenada por capítulos. Y de hecho que me pareció bastante interesante cuando me prestaron uno para hojearlo. Pero resultó muy difícil conseguir alguno, no éramos los únicos que habían descubierto semejante tesoro, así que mi solución fue el sistema de reservas. Pero no contaba con que la lista de reservas era tan larga que más fácil era esperar a ver cuándo tendría suerte de encontrar libre alguno de los libros de la dichosa serie. Un compañero de clase siempre tenía alguno de estos libros en su mochila y me preguntaba cómo hacía para saber en qué momento pedirlos. Grande fue mi sorpresa cuando en una de mis asiduas visitas a la biblioteca en los recreos lo encontré atendiendo en ella. Me enteré de golpe que existía un sistema de atención de alumnos de apoyo, cuatro en total que atendían al resto de alumnos en los recreos ayudando a la bibliotecaria. Mi amigo me contó que uno estaba por irse así que era la oportunidad perfecta para estar cerca de los ansiados libros que nunca podía sacar.
Fui presentado a la bibliotecaria quién me instruyó rápidamente y me puso a cargo del alumno que se estaba por retirar a fin de que me enseñe todo lo que él había aprendido. Fui mi primera experiencia con un "jefe" déspota y abusivo, entonces aprendí que existen personas a las cuales no se les puede dar ni una pizca de poder ni gente para mandar. Fueron dos semanas en que tuve que aguantar humillaciones e insultos pero la posibilidad de conseguir los ansiados libros que tanto tiempo quise leer no fue lo único que me estimuló a contar los días de esta pequeña dictadura.

Resultó que la misma sensación que tuve cuando me presentaron el mueble lleno de libros en mi casa (Ver: Mi Primera Biblioteca) me vino al cuerpo pero multiplicada por 100. Tenía a mi disposición corredores de corredores de libros de todo tema y tipo. Aguantar a un cretino por cuatros días más podía valer la pena, sobre todo que le irritaba que yo no le respondiera. Allí aprendí a tener paciencia para no caer en las provocaciones. Mi suplicio llegó a su fin más rápido de lo que pensaba. Cuando mi "jefe" perdió la paciencia por enésima vez ya que yo me rehusaba a contestar sus insultos me metió una cachetada, asumo que de desesperación, acto que fue visto por la bibliotecaria quien se sorprendió y molestó al mismo tiempo. Así que pronto fui libre de trabajar sin problemas y de tener acceso a todos los libros que quisiera, siempre y cuando no fueran solicitados por otros alumnos. Tuve acceso a la lista de reservas y me di cuenta que los libros que siempre tenía mi amigo eran los que nadie pedía porque ya eran más o menos antiguos, es decir, no eran los más pedidos. Ahí aprendí que no se debe abusar de una posición de dominio y le tuve mucho más respeto ya que indirectamente me dio una lección de vida que llevo hasta ahora.

Ese día ambos fuimos elegidos como los dos mejores lectores del año por la cantidad de libros que leíamos. Me decepcionó un poco que el premio a mejor lector del año fuera... un libro. Pero lo que me gustó fue que era de Salgari y justo uno de los que no tenía en la colección de mi casa. Me pareció un gran gesto de parte de la bibliotecaria quien tenía mucho aprecio por quienes colaboraban con ella. Recuerdo que no sólo aprendí a clasificar y reparar libros (artes que he olvidado un poco actualmente) y a confeccionar fichas con resúmenes de las novelas más leídas por los alumnos del colegio.

Fueron tres años los que colaboré con la biblioteca la que representó muchas cosas para mi: un refugio de quién fue mi terror en los recreos (hoy lo acusarían de algo parecido al bullyng), un caja de sorpresas pues ante cada llegada de nuevos libros me llenaba de emoción tratando de adivinar de qué títulos se tratarían, de crecimiento pues algunos valores y otros saberes que poseo vienen de esa época.


Y por último sirvió de alivio para mis padres cuando yo ya estaba en quinto de secundaria. Ya la economía en casa no era la misma y se estaba haciendo difícil pagar la pensión del colegio. Fue entonces que mi doble esfuerzo de representar a mi escuela mediante el tenis de mesa y de trabajar en la biblioteca me permitió acceder a media beca. Claro que también valió el que a pesar de no ser de los primeros puestos mis notas no eran malas a pesar de las actividades extra académicas. Aunque según algunos desde los 16 años ya me estaba perfilando como workaholic con tanta actividad... En la foto aparezco (con muchísimos kilos menos) entre la señorita María Becerra (Bibliotecaria) y Barsen García (Director) quienes mucho tuvieron que ver con parte de mi formación académica y personal.

1 comentario:

  1. Efectivamente, alguna vez tuvo el cabello negro, aunque tengo aún una duda, que espero me la aclare sin necesidad de preguntárselo.
    Take care.
    Anónimo

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