jueves, 19 de julio de 2012

Buscando Nueva Casa

En alguna de las entradas anteriores hay alguna somera descripción de la casa de San Isidro. Recuerdo que alguna vez escribí que casi todos mis sueños que transcurren en una casa, son en ella. Digamos que mis vivencias de los 0 a los 18 años quedaron muy marcadas allí. Solía decir que si algún tenía demasiado dinero, la compraría y la modificaría hasta dejarla igual o casi igual a como fue durante esos años. Y tendría que recomprarla porque la tuvimos que vender. La economía en casa se fue resquebrajando con los años y con los gobiernos. Gracias al milagroso primer gobierno de Alan García, más conocido en esos años como "Alan Damián", nos fuimos casi a la quiebra. Digo milagrosos porque para que una sola persona atrase por cerca de 20 años a todo un país, pues no hay que restarle méritos creo yo. Nuestra casa, si mal no recuerdo, tenía cerca de 400 metros de terreno y unos 200 y poco más de área construida. Era bastante grande y albergó a mis dos padres, mis dos hermanos, mi abuela y durante buen tiempo a mi tía abuela también. Y a veces, a alguna trabajadora del hogar, que alguna vez requerimos.

Es decir, alguna vez llegamos a ser ocho personas conviviendo casi cómodamente. Pero los tiempos cambian y la economía también. Durante el año 1990 y 1991 estuvimos viendo de vender la casa pero siendo tan grande nadie parecía dispuesto a comprarla y menos aún, pagar lo que realmente valía. Y como somos previsores, nos pasamos ese tiempo viendo casas y departamentos, cual corredores inmobiliarios. Puedo decir que la experiencia me gustó mucho: el visitar en una casa, poder sentir algo así como su "personalidad" y también encontrar todas sus fallas o cositas escondidas que ni los dueños o el corredor querían que uno notara. Lo que menos deseaban es ver a un chiquillo, prácticamente recién salido del colegio con una especie de maldito radar que los ponía en apuros para explicar tal grieta acá, tal humedad allá y cuanta cosa sintiera que andaba fuera de lugar. Y también era un problema cuando visitaban nuestra casa ya que mi abuela nunca quería estar visible. Debido a que su cuarto quedaba en el primer piso, era el primero que llegaría a ver cualquier visitante. Nos daba tiempo de avisarle pues quedaba al fondo del corredor. Pero alguna vez nos tomaron de sorpresa, cuando le avisamos que una pareja de señores vino a ver la casa no dio tiempo de que se fuera escaleras arriba o se pasara al patio por la puerta adicional que tenía el jardín. Le sugerimos que se quedara sentada en su mecedora mientras tejía y que no se preocupara a lo cual asintió, al parecer no muy convencida.

Grande fue nuestra sorpresa cuando llegamos al cuarto de mi abuela con la pareja visitante y ella no estaba. Nunca la vimos salir y era imposible que haya salido por el patio en otras ocasiones. Lo cierto es que se esfumó. Algo que le llamó gratamente la atención a nuestros visitantes fueron los amplios closets que teníamos. Puertas corredizas y bastante fondo tanto que podían caber dos o tres personas al mismo tiempo. El señor abrió una de las puertas y asomó un poco la cabeza. Una sospecha pasó al mismo tiempo por la mente de mi madre y la mía y respiramos aliviados cuando el visitante decidió no entrar a revisar más adentro del closet. Una vez que se fueron los sorpresivos visitantes prácticamente corrimos al cuarto de la abuela a cerciorarnos si es que estaba donde creíamos. Pues adivinamos: había acomodado un banquito al fondo del closet y se había sentado ahí a leer medio tapada por algunas prendas que colgaban de sus respectivos ganchos. Si nuestro visitante hubiera metido más la cabeza hubiera encontrado a una anciana tejiendo metida en un closet y podría haber pensado que la maltratábamos metiéndola allí o quizá nos hubiera preguntado si venía incluida con el inmueble. Lo cierto es que nos pasamos más de un año tratando de vender nuestro querido caserón y buscando donde mudarnos. Pero el desenlace de la mudanza aparecerá recién en la próxima entrada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario