viernes, 1 de enero de 2010

Memoria de Elefante

Estando ya en cuarto de secundaria opté por tomar notas de las clases en borrador para después pasarlas a un cuaderno en limpio. La verdad es que casi nunca terminaba de hacerlo. El año acababa y rara vez tenía mis cuadernos al día salvo en los cursos en los que la correcta presentación de éste era una nota extra. Conveniencia que le dicen... El tomar notas en borrador y transcribirlas luego me ayudaba a recordar muy bien lo que había dictado el profesor. Debido a ello no estudiaba mucho, pues las materias se quedaban grabadas en mi mente. Hubiera querido que pase lo mismo con geometría, aritmética, o física y química que terminé odiando porque nunca acababa de entenderlas. Me decían que era más fácil porque eran "ciencias exactas", en mi caso yo tenía la total exactitud de que no las entendía, salvo alguna iluminación celestial para pasarlos con 11. A pesar de mi dificultad con los larguísimos nombres de la química, las fórmulas de la física o el contorsionismo numérico de la aritmética nunca jalé un curso en toda mi etapa escolar. La única vacacional que hice fue voluntaria por que pasé matemática raspando, pero pasé.

Estando en quinto de medio el profesor de historia nos advirtió que nos dictaría clase como se hace en la universidad: él nos hablaría de los temas y nosotros apuntaríamos lo que nos parezca conveniente. Es decir, con él se acabaron los dictados o el copiar de la pizarra. Estábamos en último año de colegio y debíamos ir acostumbrándonos al siguiente nivel: la universidad. Yo había estado tan acostumbrado a que nos dicten que no supe cómo haría, pensé que quizá era mejor copiar todo lo que el profesor hable. Pero jamás sospeché que hablara tan rápido. Tenía que tomar medidas radicales, debía escribir más rápido que antes pero mientras lo hacía iba fluyendo más información por parte del profesor. Así que debía memorizar lo que decía, y mientras lo escribía ir memorizando la siguiente parte y una vez escrita la primera, escribir la segunda mientras memorizaba la siguiente. Era como si partiera mi mente en dos campos, una bandeja de entrada y una de salida. Pronto me di cuenta que cada bandeja podía aumentar de tamaño, es decir, podía memorizar más de una oración o frases más largas. Quizá suene casi imposible pero pude hacerlo. Claro que mi letra se volvió un desastre y a veces al releer lo que había escrito ni yo mismo me entendía. Pero lo que había memorizado seguía en el disco duro de mi mente así que podía presumirlo.

De esta forma, no me era tan necesario estudiar a fondo. Los datos se quedaban dando vueltas en mi mente. Y cuando tenía examen esto era una gran ayuda. Es por ello que en mi tiempo escolar no era considerado un alumno muy destacado, pero tampoco era malo. Mis compañeros de colegio me catalogaban como "chancón", pero yo sabía que estos eran los que aprendían las cosas de memoria sin analizarlas. El tener yo los datos en la mente y poder plasmarlos con diferentes palabras que el profesor me hacía sentir bastante bien.




Parece que ello ayudó a desarrollar bastante mi memoria. Pero atrofió otros compartimentos de la misma. Como por ejemplo lo que hacían mis manos con mis objetos personales. Hasta el día de hoy se me "borran" eventos que han sucedido hace pocos minutos como dónde dejé las llaves de mi casa, qué hice con el polo que me cambié en el camerino de la universidad (y nunca más volví a ver), o buscar mi teléfono celular por toda la casa, para terminar dándome cuenta que nunca lo tomé de mi mesa de noche cuando me levanté. La que más ha gozado de este tipo de olvidos ha sido mi madre, al punto que cuando buscaba algo como lo que he mencionado, me miraba con cierta ternura mezclada con sarcasmo y me lo entregaba en la mano diciéndome donde lo dejó "Olvido Castro". Fue el apodo que me puse por un tiempo, hasta que estos eventos se hicieron menos frecuentes.

Hoy soy capaz de recordar conversaciones de hace mucho tiempo o imágenes de eventos pasados hace años. Ello me permitió encontrar el camino de regreso de una zona desértica hace años, ello me permite también escribir este blog de recuerdos. Esta capacidad me ha ayudado a poder realizar múltiples tareas a la vez, a recordar fechas, números de teléfonos, nombres, etcétera. Y me ha sido muy útil para recordar hasta los colores que más le gusta a algún amigo o que es lo que más detesta. Lo que jamás he logrado recordar así no más han sido los cumpleaños, incluyendo el mío. Por eso no soy de resentirme si alguien se olvida del mío, no sería nada justo. Es por estas razones que algunos amigos dicen que tengo memoria de elefante. Siempre aclaro que es por la capacidad y no por el tamaño del animal...

P.D.: gracias por los regalos a esas dos personas que considero tan especiales para mi =D