miércoles, 18 de febrero de 2009

Mis Primeros Cumpleaños

Hace un par de semanas o algo más C.Q. me preguntó: "¿por qué no escribes sobre tus cumpleaños, ya que se viene el tuyo?". Le tuve que explicar que no me es fácil escribir sobre un determinado tema si no tengo muchos recuerdos sobre él. Y eso me pasaba con mis cumpleaños, y me dio curiosidad el no recordar casi ninguno de cuando era niño. Por eso no escribí acerca de ello, pero me quedé con la espinita clavada. Y me di cuenta que sí recuerdo mis primeros cumpleaños, pero no los míos, si no a los que me invitaron cuando niño.

Tengo un vago recuerdo de un cumpleaños en un gran parque donde estaban Yola Polastri y sus burbujitas. Obviamente yo estaba parado muy lejos del escenario, evitando la posibilidad de que me hagan participar en lo que fuera. Mi miedo escénico era más poderoso que cualquier ofrecimiento de premio. Y recuerdo haberme retirado de la manera más sigilosa posible para mis 7 u 8 años. Otro cumpleaños memorable no recuerdo donde fue, si en una casa o en club o de quién, pero lo que jamás olvidaré fue la presentación de un mago. Y no me refiero a alguno de los trucos en sí, si no a lo que pasó durante uno de ellos: después de haberlo visto aparecer palomas y pañuelos de colores de la nada, cogió una olla con su tapa y con su varita empezó a preguntar qué queríamos que metiera en ella. Las sugerencias iban desde leche y mantequilla, hasta agua de mar y colonia, hasta que una voz de niño gritó ¡"P.B.C."! logrando enmudecer a todos los presentes que voltearon a mirar de dónde salió semejante sugerencia. Deben haber sido los cinco segundos más largos en la vida de aquel mago, que inteligentemente ignoró la propuesta y siguió con su truco, aunque ya no tardó mucho en retirarse. En casa me explicaron que rayos significaba P.B.C. y que era preocupante que un niño de 10 u 11 años sugiriera echarle eso a una olla...

Otro cumpleaños memorable fue el dos amigos del colegio que eran mellizos. De entrada me crucé con una gato morado que pasaba a mi lado como una flecha. Estaba de ese color porque a alguien se le había caído un vaso de chicha cerca de él y según la confusa explicación que recibí, algunos chicos más pensaron que debían terminar el decorado, así que me crucé con un gato espantado que debe haberlo temido mucho a ese color. La otra parte graciosa del cumpleaños fue a la hora de cantar el acostumbrado happy birthday: se suponía que nadie debía comer bocaditos antes de cantar. Pero mientras empezaban los preparativos, por debajo de varios sectores del mantel aparecían manos que se apoderaban raudamente de lo que encontraran en su camino. También fue el primer happy birthday que vi apagarse literalmente: "cumpleaños feli..." mientras todos bajaban el volumen a la vez hasta que quedaba inconclusa la canción, y ello pasó más de una vez lo que creó que obligó a adelantar la soplada de velitas y la partición de la torta.

Muy vago recuerdo tengo de los cumpleaños que se celebraron en el Rancho. Pero sé que fui a varios. Sobre los míos recuerdo muy poco: las tortas, pues me encantaba las de chocolate siendo la mejor la Selva Negra. Las velitas que se volvían a prender eran todo un reto, aunque el agua siempre funciona... Siendo ya mayor, no quise celebrar mi cumpleaños por mucho tiempo, no me sentía bien conmigo mismo y consideraba que no había nada que celebrar... hasta este año en que las cosas van mucho mejor. Pero esos temas ya los contaré mucho más adelante.

P.D.: Gracias M. M. por la motivación. Cuando alguien te pregunta ¿cuándo vas a poner algo en tu blog?, significa que por lo menos una persona lo lee y eso es un empuje adicional. Y las largas conversaciones también ayudan a recordar, habrá que sentarnos a tomar un helado un día y seguir conversando. Por cierto, escribí esta entrada escuchando a Andrea Bocceli, siguiendo las instrucciones que me diste... lo máximo!!!

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