domingo, 24 de abril de 2011

Peligro en la Cocina: limones traicioneros

Ya he contado antes cómo fue que mirando aprendí a cocinar algunas cosas simples tales como la premisa básica de cómo freír un huevo. Pero otra cosa es sancocharlo... para ello se necesita una olla pequeña con agua para hervir el huevo dentro y sobre todo tener un buen minutero o "timer" y recordar para qué fue que lo programó uno, más aún recordar que lo programó. Si uno lo olvida pueden pasar dos cosas: la primera que el agua se seque, el huevo se negree y al final parezca un huevo de pascua, es decir, de chocolate por el color marrón, pero francamente incomible. La segunda probabilidad es que el huevo no esté del todo bien sellado, es decir, que explote convirtiendo el proceso de sancochado en un sopa medio rara de color amarillo, blanco y algunos tonos no muy confiables de verde.



Luego aprendí como se hacían el arroz y los fideos, procesos bastante fáciles pero con algunos secretos que hacen que el sabor sea mejor que otras formas de prepararlas más comunes. Pero lo que en realidad más me llamó la atención fue el preparar postres. Empece con la típica cajita de helados Royal cuyo polvito mezclaba con la leche batida cuando ya estaba a punto. Azúcar más y listo, a la congeladora para disfrutar después de doce horas. Pero me empezó a aburrir el mismo sabor artificial de siempre y decidí incursionar en el campo de los helados de sabor natural. Mi primer experimento tuvo un resultado formidable: fue un desastre y las manchas en las paredes de la cocina eran fieles testigos de ello. Necesitaba jugo de alguna fruta para poder echarle a la leche batida así que no tuve mejor idea que hacer una super limonada pensando en preparar un incomparable helado de limón que sabiera realmente a limón. El problema fue que cuando lo eché en la leche algún proceso químico debe haber conspirado para que el helado decidiera irse a visitar las paredes de todos los alrededores incluyendo mi ropa que quedó moteada de blanco. La solución fue poner papel periódico a los alrededores de la batidora para evitar que la cocina se convierta en un campo de nieve en pleno y radiante verano. Para terminar rápido debo confesar que el helado nunca se convirtió en lo que yo esperaba. A las horas siguientes decidió volverse una masa espumosa que tenía un gusto alco cercano al limón pero mucho más a la leche cortada... semanas después descubrí para que servía el colapiz... También descubrí que la lúcuma, el mango y otras frutas pulposas no lo necesitan para hacer cuajar el helado y que éste por fin terminara siendo un éxito entre la familia y amigos.

Luego de mi éxito con los helados decidí incursionar con las tortas. Como me daba un poco de miedo manipular el horno a esa edad opté por probar de hacer tortas o postres que sólo necesitaran refrigeración. Lastimosamente en el recetario de mi abuela no encontraba ningún postre que no tuviera al menos un ingrediente que yo no conociera. Hasta que mi salvación vino con un tarro de leche condensada donde habían recetas de postres y el pie de limón era una gran oportunidad de desquitarme de las derrotas previas con ese traicionero cítrico. Así que junté los ingredientes, preparé la masa con galletas de vainilla siguiendo al pie de la letra la receta, logré hacer el merengue sin contratiempos y el último paso para coronar ese atardecer era preparar el relleno antes de llevar el postre a refrigerar. Cuando pude empezar a pensar en que el éxito en el nuevo rubro de repostería ya estaba cercano, el pie ya estaba en la refrigeradora y me dispuse a lavar todos los cubiertos, platos y demás trastos que utilicé encontré una taza grande con un líquido medio verdoso claro que no había visto antes por estar tapada con otros utensilios. Grande fue mi sorpresa al darme cuenta que era todo el jugo del limón que jamás llegué a meter a la masa del postre. A mi familia le encantó mi pie de limón sin limón del cual sólo probé una cucharada a la que le hallé un gusto muy amargo que hizo que no lo volviera a probar, pero hasta hoy sospecho que no haya sido el sabor del pie de limón si no de cierto perdido orgullo...

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