viernes, 14 de agosto de 2009

Esos Ojos Verdes...

Cuando estaba ya en cuarto de media empecé a regresar a casa en bus. Siempre había tenido movilidad escolar, sin embargo el presupuesto doméstico parecía no tolerar semejante gasto en alguien que ya tenía quince años y que sólo necesitaba tomar la 2 o la 53 (buses de ENATRU largos y amarillos) desde San Isidro a Miraflores, es decir, un viaje de sólo quince minutos. Me acostumbré a pararme al fondo durante el corto viaje pues eran raras las veces en que no estaba lleno. Cuando regresaba del colegio, solía hacerlo con mi amigo M.S, quien se bajaba poco después en la avenida Javier Prado (yo me bajaba en la Aramburú a cuatro cuadras de mi casa). Él sabía lo tímido que era yo y siempre me ponía retos que quizá ahora parezcan tontos, pero en ese tiempo yo no me atrevía a realizarlos.

Como el bus lo usaban muchos escolares (chicos y chicas) también regresaban alumnas del carmelitas que tomaban doble bus para llegar a casa. M.S. a veces me decía señalando a alguna escolar muy simpática asida del pasamanos: "a que no pones tu mano encima de la suya como de manera casual y luego te disculpas". Y yo no me atrevía, lo rojo que me pondría delataría inmediatamente la intención. Y también tenía miedo, no sé a qué pero recuerdo bien la sensación. "Salúdala con cualquier nombre y luego le dices, disculpa me confundí". Obviamente jamás pude hacerlo en ese entonces. Uno de aquellos días en que fui retado, no me atreví, pero el objetivo era una chica de cabello rubio lasio, de un perfil muy bonito. En lugar de tomar su mano, me empecé a imaginar cómo sería si de todo eso se entablara una conversación. Me ensimismé tanto que mi amigo me tuvo que "depertar" para que no me pase de mi paradero. La chica en mención pareció darse cuenta y vi como me siguió con una linda verde mirada mientras bajé del bus. Y una vez abajo vi como se agachó para poder seguir mirándome mientras el vehículo se marchaba. Mi corazón dio un salto, de susto y alegría a la vez. Era la primera vez que una chica se fijaba de esa forma en mi. O al menos la primera vez que me daba cuenta.

De tanto en tanto recordaba los ojos verdes, pero a la chica no la volví a ver en el bus. Mi amigo se burlaba adivinando mis pensamientos: "te dije que le cogieras la mano, te chupaste". Nunca entendí que habría logrado exactamente con ello, pero ya había sucedido. Pocos años después, estando de compras en una panadería junto a mis padres vi pasar por la avenida colindante un auto algo antiguo con una chica de ojos verdes en la parte de atras que me siguio con la mirada mientras su auto desaparecía mientras se alejaba. Sospechaba que podría ser la chica del bus, sería demasiada coincidencia que precisamente dos ojos verdes tan notorios se me quedaran mirando como si yo fuera un galán de cine. Me quedé días pensando en ello hasta que me olvidé del asunto.

Hasta que una vez más, me cruzó con otros dos ojos verdes. ¿O serían los mismos? Estando en una combi en una avenida, esta sobreparó lo mismo que hizo la combi que venía en sentido contrario y quedamos cara a cara, mirada contra mirada y sospechó que la expresión de sorpresa que vi en su rostro debe haber sido similar a la mía. Y cuando pasaron los cinco segundos que parecían dos horas, la despiadada combi se llevó mi visión. Y me pregunté ¿Algún día la podré conocer? ¿Será siempre la misma chica? Dos cosas bastante improbables, pero no imposibles. Pasó un tiempo más y mi memoria dio paso a otros recuerdos y mi mente a otras preocupaciones más relevantes.

Y volvió a pasar de la manera más fortuita: iba por la avenida Arequipa en una Coaster (combi grande) cuando antes de cruzar la avenida Angamos vi que delante del mío había un vehículo similar que se había quedado parado teniendo la luz del semáforo en verde obstaculizando el tráfico. Y vi subir una chica alta, rubia de cabello liso con terminaciones onduladas. Deseé tanto que hubiera subido a mi carro y no al de adelante que el de arriba pareció compadecerse de mi. La vi pararse dentro la Coaster que estorbaba, decirle algo al chofer, bajarse y subirse a la unidad que yo ocupaba sentado al lado de la puerta delante del cobrador, razón por la cual podía ver a todos los pasajeros cara a cara. En un momento decidí mirarla y me di con la primera sorpresa de que ella, en el mismo momento decidió lo mismo. Y la otra sorpresa fue que nos quedamos mirándonos varios segundos. Literalmente me perdí en sus ojos verdes y ella no dejaba de mirar a su vez los míos. Fui yo mismo quien tuvo que cortar esa especie de "enlace" porque ya tenía que bajar. Y lo hice odiándome por ser tan responsable de tener que cumplir con un horario de trabajo y no quedarme viendo dónde iba y ver cómo poder conversar con ella, o tan sólo mirarla y admirarla.

A dos de mis mejores amigos les conté este último episodio sobre esa especie de "click" con una desconocida (que ellos no tenían como saber que podía ser una vieja conocida mía). A.P. me devolvío a la tierra haciéndome ver que era difícil que alguno de los dos se animara a hablarle al otro ya que ni siquiera nos conocíamos. En mi caso era por timidez, en el de ella no lo sé. Pero A.P. terminó su gran frase diciéndome: "¿De qué te lamentas? Si ya nunca más la vas a volver a ver." Lo sentí como una baldazo de agua helada, pero su sentencia se cumplió. Nunca más la vi, ni a esta chica ni a los recurrentes ojos verdes que conocí desde el colegio.